Por Patricia Rodríguez
Coatepec, Ver. – En una antigua casona color rojizo del corazón de Coatepec, los vestigios vivos de un arte ancestral resisten estoicamente los embates de una modernidad.
Durante más de 84 años, la estructura de adobe con viejas, más no desvencijadas, puertas de madera, son el acceso a un mundo de un México pasado que sigue vivo, un México de hombres enfundados en botas de cuero, sombrero y montando caballos.
Los artículos de cuero o guarniciones para caballerías, como las sillas de montar, albardas y aparejos, parecerían parte de un museo donde el tiempo se detuvo para recordar tiempos que dejaron atrás una época, sin embargo son productos que tienen precios actuales y listos para ser usados.
En El Tigre, una talabartería y fustería ubicada en las pintorescas calles del Pueblo Mágico de Coatepec, la estructura, anuncios y aparadores son los mismos de aquel 1935, cuando fue fundada por Don Sóstenes, fallecido hace más de tres décadas.
La habilidad para fabricar de manera artesanal productos de cuero fueron una herencia que Don Sóstenes Guzmán Durán dejó a su hijo César Guzmán.
Por las paredes de este museo viviente que funciona como comercio “normal”, se guarda un pedacito de la historia política de México.
Los fundadores de la talabartería tuvieron entre sus clientes a los presidentes Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado.
Volver, aunque parezca un pleonasmo, al pasado es cosa fácil viendo las paredes del lugar, donde yacen decenas de fotografías y recortes periodísticos que ratifican los recuerdos.
Don César Guzmán, quien mantiene en pie el negocio por una promesa que le hizo a su padre, tiene vivos esos recuerdos, entre ellos del entonces gobernador veracruzano Rafael Hernández Ochoa, hombre de campo, quien le compró más de 30 sillas de montar, tres fueron obsequios para el rey Juan Carlos de España y la reina Isabel de Inglaterra.
Incluso cuentan con una carta de felicitación y luego lo reencontró en una Feria del Hogar de la Ciudad de México y mandó hacer productos para regalar a los gobernadores de la época.
El mayor auge del negocio, que resiste el tiempo en el pueblo cafetalero, fue en los años 1950 a 1985, época –dice– en la que no se daban a Basto.
Aunque elaboraron productos para Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, uno de sus mayores recuerdos lo tiene con el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, quien en su mandato se paseaba por las pequeñas calles de Coatepec y Don César se lo topó de frente.
Casi todos los gobernadores de Veracruz pasaron por el negocio, pero uno dejó huella. Se trató de Rafael Hernández Ochoa, quien en una feria del pueblo quedó enamorado de un “fuste” y a los pocos días habló telefónicamente con Don Sóstenes y su hijo para hacerles un pedido especial: monturas para el rey Juan Carlos de España y la reina Isabel de Inglaterra.
La tradición y la talabartería tendrá su fin algún tiempo, pero por ahora se mantiene estoica.